
ISBN
979-13-87631-29-1
Fecha de publicación
27-12-2024
Licencia
D. R. © copyright 2024. María del Rosario Romero Castro, Francisco Antonio Romero Leyva, Mayra Moreno López, María Soledad Angulo Aguilazocho.
Miriam Elizabeth Merino Verdugo
Universidad Autónoma Indígena de México
Claudia Karina Rodríguez Carvajal
Universidad Autónoma Indígena de México
0000-0002-4405-6482
José Angel Vera Noriega
Universidad de Sonora
0000-0003-2764-4431
Acerca de
Recientemente, México ha experimentado un aumento alarmante en la violencia familiar, que se ha convertido en un tema central de preocupación. Según el Censo Nacional de Procuración de Justicia Estatal, en 2020 se registraron 1,856,805 delitos, de los cuales 273,000 correspondieron a violencia familiar, mostrando un incremento del 5.3% en comparación con el año anterior (INEGI, 2022).
Debido a que, la violencia física y emocional en el ámbito familiar se intensificó con la pandemia, cuando las familias fueron forzadas a convivir en un espacio limitado. Esta situación condujo a una fragmentación de las relaciones familiares y a un aumento en la ansiedad y la demanda de terapia psicológica, poniendo de manifiesto la fragilidad del tejido social.
Por su parte, en Sinaloa, la violencia familiar se ha manifestado de manera preocupante, con 6,143 denuncias en 2022, siendo las mujeres el grupo más afectado (CESP, 2022). Las estadísticas revelan que el 75% de las víctimas son mujeres de entre 18 y 49 años, lo que implica que muchas niñas y niños han estado expuestos a situaciones de violencia en el hogar.
Por lo anterior, se relaciona con el cierre de escuelas durante la pandemia lo cual significó que muchos niños vivieran en un entorno violento sin el respiro que la educación ofrece. Al regresar a la escuela, se ha observado un marcado impacto en la socialización y el comportamiento de los estudiantes, quienes enfrentan dificultades en el cumplimiento de normativas y en la resolución pacífica de conflictos.
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